No recuerdo hace cuanto dejé de creer en dios.
No recuerdo hace cuanto dejé de creer en la humanidad.
No recuerdo hace cuanto dejé de creer en el amor.
No recuerdo hace cuanto empezé a creer en mí.
No recuerdo hace cuanto descubrí que, fuera de mí, no hay nada.

Esta ya manifiesta en ésta pieza, escrita en plena juventud, lo que en madurez se convertiría en el héore... La profundidad y el dolor, el egoísmo por salud, el ser que es capaz de accionar y no sólo de reaccionar, constantemente supérandose; generoso no por caridad sino por sobreabundancia, eternamente solo, eternamente joven; anitburgués pero no por eso menos aristócrata, capaz de ser racional al mismo tiempo de pasional...

Ideal...
Dejé de creer en dios porque yo lo maté.
Dejé de creer en la humanidad porque la humanidad misma no es capaz de creerse.
Dejé de creer en el amor porque me di cuenta de que YO soy perfectamente capaz de amar.
Creí en mí porque empezé a dudar de mí.
Descubrí que todo lo que no sea yo se resume, a fin de cuentas, a la experiencia de MÍ ser.
Descubrí que no tengo cuerpo otro que la noche, por corazón la luna y alma las estrellas.
Descubrí que el ideal vive en mí.
Descubrí que voy a vivir por siempre.
Descubrí que lo que hago es eterno.
Descubrí que todos ustedes no van a poder olvidarme nunca.
Descubrí que mi fuerza radica en no creer.
Descubrí una vez más, la promesa que hace tantos años me hize:
Que no voy a fallar.
Que nada, absolutamente nada, me va a detener.
No por ustedes, no por mí.
Ninguno lo vale.
Por la belleza.
El ideal por el ideal.
Porque sé que incluso los poderes del tiempo pueden alterarse por un solo propósito.
Y basta de soñar, la noche espera.