¿Cómo te llamas? No lo sé, aún no te conosco, no debiése, dejaría de saber a sorpresa. Le quitaría la emoción a la conquista. Ganar sin pelear, puerta de cobardes. Tampoco sé qué tanto tiempo después de que escriba esto lo leerás. Será genial, ¿no lo crees? Es como una carta al futuro. Hola, te dice Carlos del pasado cuando leas esto en el mañana. Hola.

De seguro tendrás cabello oscuro, rizado y de mirada negra: no me rendiré ante la claridad. ¿Cuántas veces hemos hecho el amor hasta ahora que lees esto? Sí, eso supuse: muchas. Ni idea, habrás contestado. ¿Que tal me veo? ¿Maduré? Digo, porque soy el ser más inmaduro del mundo.

Tengo curiosidad en saber cuándo te conocí, y dónde, ¿o ya te conocía y después sucedió? ¿Te parecieron infantiles mis trucos para impresionarte? Quién sabe, probablemente mejoré y dejé de ser ese manco en las conquistas. ¿Te invité a cenar? ¿Te cociné?

Espero con ancía de niño conocer a la mujer que será mi vida. Y cuando ancianos recordaremos estos y esos momentos, y siempre te preguntaré: ¿Recuerdas esos tiempos en los que éramos jóvenes y hermosos, y haciamos el amor a cada rato y en cualquier lugar? Y soltaremos carcajas lentas que delatarán nuestra vejez.

La incertidumbre me mata, ahora me bato en duelo con tu ausencia con mi temerario estilo.


Atte. Carlos del pasado.